Mr. Adams, sueño acústico de una noche de verano. |
El histórico teatro Sá da Bandeira de Porto (Portugal) fue el rincón elegido por Ryan Adams para acercarse a la Península Ibérica y presentar su gira "Acoustic Nightmare" -la noche antes fue el turno de la capital, Lisboa pero, una vez más, ni rastro de fechas para España-.
La noche comenzó con Jesse Malin. El neoyorquino, colega de juergas y estudio de Adams, desplegó sobre la madera del pequeño salón el sonido y el estilo de “Mercury Retrograde“ (2008) [en 2010 publicó “Love It to Life”]. En pie y con la guitarra cruzada introdujo cada una de sus canciones advirtiendo al público del espectáculo que luego continuaría el de Carolina del Norte. Cumplió a la perfección con su propósito, quizás excediéndose en el tiempo, mantuvo la expectación del público por el momento del protagonista de la noche pero sin perder un ápice de intensidad. Sabía que, pese a su más de media docena de discos y miles de kilómetros por Estados Unidos, era un completo desconocido para muchos europeos.
Después de los tres cuartos de hora perfectamente hilados por Jesse Malin llegó el turno de Ryan Adams. Con una libreta bajo el brazo, zapatillas, vaqueros y camisa abierta sobre camiseta parecía estar ante unos cuantos amigos. Así se lo hizo sentir a los 500 espectadores que ocupábamos el patio de butacas.
Inicio con “Oh My Sweet Carolina” y una canción nueva, “Dirty Rain”, con algunos problemas con su maltrecha armónica. A medida que avanzaba la noche, y sin dejar de interactuar con los que le escuchabamos fue completando un setlist que nunca pareció tener claro. A cada poco ojeaba su libreta pareciendo escoger el momento perfecto para cada canción: de la lentitud preciosista de “Off Broadway” al piano de “Sylvia Plath”, entremedias chistes y anécdotas, conversaciones con el público y borderías típicas de DRA, excelsa “Please Do Not Let Me Go” -aún sin el solo de piano final- y tensísimas “Two” y “Sweet Illusions”
Sus dudas a la hora de seleccionar una u otra canción responden a la complicación que supone tocar algunas de ellas en solitario. En cambio sorprendió con versiones como “New York, New York” al piano o la whiskeytoniana “Dancing With The Women At The Bar”, deslucida quizás sin los coros femeninos pero igualmente delicada. La facilidad de Adams para componer quedó manifiesta con las improvisaciones, la primera ante un moco que llevaba molestándole toda la velada; a él le dedicó, una vez atrapado en el clínex, “Mr. Booger” y, más tarde, en los bises, se sacó de la manga “Jesus/Cougar” ante la imposibilidad de entender las demandas del público (desde 2009 Adams sufre el síndrome de Ménière, una enfermedad que afecta al oído interno).
Concierto excepcional, emocionante, gracioso y distendido de principio a fin. Un privilegio estar allí. Adams sabía lo que quería. Lo dejó claro desde el principio de la noche...
"Pedimos encarecidamente que no fotografíe, grabe o use su teléfono durante la actuación acústica de esta noche. Pedimos que desconecte su teléfono móvil para no arruinar su experiencia o la alguien más en este concierto.
Vamos a mantenernos unidos en esto. Si prefiere ignorar esta petición, uno de nuestros asistentes de sala, muy probablemente, irá a destruirle e incinerará sus restos en un ritual de sacrificio, otorgándole a Ryan el poder de satanás, o cualquier otra fuerza, que no será capaz de comprender
Gracias y que dios le bendiga"
[Flyer entregado a las puertas del teatro]
Menudo conciertazo!
ResponderEliminarDe los que no se olvidan!